Reflexión
personal
El texto es claro y conciso: la violencia es una realidad
latinoamericana. Nos hace responsables como comunidad cristiana a ser
intermediario entre esta realidad y la que anhelamos, para que a través de
cambios de corazón y de mente, cambiemos estas estructuras y encontremos la
paz.
Personalmente no difiero en las
ideas expresadas pero si considero que no podemos subestimar la gravedad de la
situación. Hoy en día, en cada pequeño espacio de la vida, encontramos
violencia; y la encontramos tanto en los grandes ejemplos citados en el texto
(torturas, secuestros, persecuciones, entre otras) como en las pequeñas
situaciones cotidianas: un niño que le pega a otro, un insulto en la calle,
ignorar la presencia del otro… Creo que como cristianos es definitivamente
nuestro deber intervenir desde el lugar que podamos, pero creo también que no
sólo necesitamos de la comunidad cristiana sino que necesitamos de la comunidad total.
El problema es grande y crece más
cada día. Los cambios de corazón y de mente tienen que ser profundos,
constantes y esperanzadores. Es necesario el compromiso de muchas personas para
lograrlos.
Considero fundamental para el cambio
dedicar una especial atención a los más chicos. Los niños deben ser educados
con valores de solidaridad, amor, justicia, verdad, respeto y convicción en que
este es el camino para lograr la paz.
“La violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y
esclavitud”. ¡Si!, pero la paz engendra paz y empezar a engendrarla es la única
forma de rodearnos de ella.
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